martes, 27 de noviembre de 2018

LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER (2)

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                                               LA GRAN BATALLA CONTRA LUCIFER
                     El camino del Hijo del Hombre hacia Lucifer y la lucha contra él.
                                                    Recibido por inspiración especial
[...]

Aquí y allá surgían otras fuentes negras, que burlándose se juntaban formando un arroyo,
el cual seguía fluyendo en el borde del camino.

Pero cuando el Hijo del hombre se acercó a la fuente y miró hacia abajo,
para aquel animal, éste arremetió su gran boca y gritó.

Entonces se deshizo en sí mismo y desapareció.
Algo como un papel amasado se pegó sobre el manantial, secando la fuente.

El Hijo del Hombre caminó hacia el estrecho y oscuro valle ya su lado María,
y él oía los gemidos de las fuentes al lado del camino,
las cuales se secaban todas, tan pronto él pasaba por ellas.

El suelo resonaba debido al trotear de una gran manada.
Eran grandes cerdos muy horrendos y erguidos,
que corrían allí gruñiendo para allá y para allá.

Ellos querían intentar un ataque, pero al llegar a la proximidad de la Luz,
que venía caminando hacia ellos, tuvieron que desaparecer.

Era como si se disolvían, dispersándose y desapareciendo.
Así se encontraba la Luz en el valle profundo,
envuelta por un manto que había sido dado por manos luminosas.

Las rocas comenzaron a temblar,
volviéndose un poco oscuras y levantándose a alturas funestas.

Escasas empinadas y lisas, las cuales pie alguno era capaz de escalar,
parecían como si fueran de pizarra.

Ninguna hierba, ningún tallo crecía en ellas,
pero se fijaban en ellas algo como lagartijas y batracas y moscas horribles.

Aquellos bichos gruñían en la superficie de las rocas con patas como de ranas,
deslizándose lenta y nuevamente hacia abajo.

Muchos comenzaban a subir siempre de nuevo,
otros caían allá arriba y se espaciaban en el suelo oscuro.

La sangre estornuda hacia arriba en emanaciones gaseosas,
de donde inmediatamente se desarrollaban de nuevo otros nuevos bichos.

La pareja luminosa también recorrió ese estrecho camino
y detrás de él aquellos seres horripilantes caían sin fuerza,
como carcomidos y disueltos.

Otros se quedaban pegados en las rocas con un miedo mortal en los ojos
y sus cuerpos se desvanecían.

Su piel se secaba, agrietaba, la carne caía y otros comían,
los huesos se iban deshaciendo
y miembro después de un miembro caía en las profundidades.

Los gemidos de dolor pasaban por los abismos.

Una estrecha y vertiginosa vereda llevaba de allí a un descenso abrupto.
En realidad existía algo como un pasamanos, un gradil,
pero al toque más leve se deslizaba, convirtiéndose en polvo de sierra en las manos.

De forma funesta se encontraba el abismo allí al lado,
de cuyas profundidades se elevaban vapores, los cuales tomaban formas.

Formas de especie muy diversa, horrenda.
Ellas poseían crestas como los dragones,
enormes bocas como de lobos y garras como tigres.

Los cuerpos eran curvados al estilo de los gatos,
llenos de flexibilidad, con rabos como de cocodrilos.

De sus bocas salían largas lenguas de especie malvada.
En cada lengua había una flecha que arrojaba veneno.
Algunas lenguas se dividían y lanzaban siempre nuevas flechas.

El Señor caminaba por el abismo de la calumnia.
El mal se encogió, escondiéndose. Eran tan peligrosos como cobardes,
tan inverosímiles como horribles y tan despreciables como asquerosos.

Y el Señor sacudió su espada sobre el abismo del mal.
Una espesa humo se elevó, como si esas monstruosidades fueran quemadas vivas.
En compensación vinieron de lo alto, pájaros del mal,
los cuales cerraban con sus alas todo el abismo.

El ruido de ellos era como el fuerte ruido de un huracán.
Ellos mantenían sus boquillas abiertas,
curvas como espadas turcas y con goteras enormes.

Los ojos ardían grandes y redondos como carbón dorado y las plumas parecían de metal.
Ellos querían atacar. Las garras enormes y afiladas dirigieron contra la Luz.
Ellos querían atacar con esas enormes garras, pero el fuego las quemó.
Con un grito salvaje los pájaros volaron hacia arriba,
mientras que una garra, golpeada por la espada, cayó en las profundidades.

Una sangre roja, espesa y caliente brotaba de la herida.
Los monstruos voladores quedaron enojados.
Con golpes de alas muy ruidosas llenaron el abismo que llevaba a una profundidad sin fin.
Cada vez más oscuro se iba convirtiendo, los acantilados se erguían cada vez más altos,
cada vez más estrecho, más apretado se convertía en el camino,
cada vez más profundo rumoraba el arroyo.

Los animales se precipitaban a gritos en el abismo.
De lo alto un radiante y claro rostro miraba al Hijo del Hombre.

Parte del Capítulo Los testimonios de los acontecimientos de la Luz
( Zeugen des Lichtgeschehens )

Publicó el primer volumen de la obra Estela de épocas pasadas
( Verwehte Zeit erwacht - Banda 1-1935 ).  

(Continuará )

https://svdcomplementos.blogspot.com/2018/01/a-grande-batalha-contra-lucifer_23.html

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